Una fuente de armonía entre el agua, la tierra y la piedra
Iniciado por Napoleón para abrir Bretaña y terminado en 1842, el canal Nantes-Brest flanquea el bosque de Brocéliande, pasando por Malestroit y Josselin. A lo largo de este impresionante tramo de 364 kilómetros de canal, el paisaje se suaviza a medida que se atraviesan las 238 esclusas. El murmullo del agua se une al susurro de las hojas. Convertidos en senderos, los caminos de sirga se aventuran desde los pueblos hasta los promontorios rocosos. Aquí, la mente y el cuerpo vagan libremente, y la experiencia de vagar es tanto interior como física.
Una historia de encuentros
En el camino se producen agradables descubrimientos. Garzas y cormoranes acompañan los pasos más verdes. En las esclusas, bellamente decoradas con flores, los navegantes conversan, los excursionistas hacen picnic, los escluseros comparten su pasión y sugieren nuevas ideas para visitar el canal. Cafés y restaurantes acogedores se asientan en entornos bucólicos como la escala náutica del pueblo de Montertelot. Las tiendas se ubican en casas de piedra cercanas a las esclusas.
Dos perlas en el río
Dos magníficas paradas en la ladera invitan a explorar el empedrado y la historia. A ambos lados del canal, Josselin presume de un orgulloso patrimonio de casas con entramado de madera y calles empinadas. Su castillo, a la vez feudal y flamígero, se alza sobre los pontones y el dique, frente al pintoresco barrio de Ste-Croix. Malestroit, Petite Cité de Caractère (Pequeña Ciudad de Carácter), ha conservado sus venerables casas, adornadas con entramados de madera, ventanas abuhardilladas y gárgolas. Una auténtica inmersión en la Edad Media.